Había una vez un ángel que vivía en un castillo todo de nubes, en compañía de otros angelitos.
Y mientras Dios no los llamara para ningún mandado, los ángeles jugaban a la escondida por el cielo o remendaban nubes rotas.
-Angel. . .hijito mio. . .¿me oyes?.
-¡Dios! grito el ángel... ¡Dios me llama!
Y dicho esto se largo por un tobogán celeste hasta llegar a su castillo.
Dios miro al ángel con mucho cariño, y el angelito se lleno de luz.
-Ven para acá, te estoy necesitando para un mandado
-¡Siempre listo, mi Señor. . .! dijo el ángel
Dios señalo a la Tierra...
- Ya veo, mi Señor... -comento el ángel-. ¿Hay que plantar algún rosal?
Dios hizo que no con la cabeza.
- ¡Ya se. . .! Tienen un hijo, y yo voy a ser su ángel guardián. . . ¿verdad?
Pero Dios agrego:
- Es un matrimonio sin hijos. Cuidan un perro pekinés.
Gorosito abrió los ojos asi de grandes!. Su corazón se asusto. Acaso lo mandarían a cuidar un perro pekinés?
Entonces Dios vio la trompa del ángel, y sonrió. En seguida le dijo en secreto:
- Bsss... bsss... bsss...
Y a medida que Dios explicaba su plan misterioso, la cara del ángel se iba iluminando como una naranja. Es que el plan de Dios siempre es un misterio. Muy pocos pueden descubrirlo.
Se entusiasmo tanto, que ahí nomas le dio a su Dios un ruidoso beso. Después partió.
Al llegar al lugar señalado por Dios, espió por la ventana.
Entonces vio: Un perrito descansaba muy triste sobre un almohadón de seda. A su lado tenia dos chiches, un terrón de azúcar y un plato con leche. Un señor rogaba al animalito:
- Vamos, hijito. . . toma un poco de leche. . . mira que esta tibia. . . ya viene mamita con el churrasco... no te hagas rogar...
Pero el perro miraba para otro lado, haciéndose el orgulloso.
Por una hendija de la ventana salio olor a churrasco. Entonces Gorosito tomo la punta del humo con olor a churrasco, y fue llevándola. . . llevándola. . . Allá abajo, en la vereda, había un chico.
No tenia mama ni papa. Estaba solito en el mundo. Andaba por esas calles a la buena de Dios. Un dia pedia limosna. . . otro dia lustraba zapatos . . . y casi siempre tenia hambre.
Pero justo en ese momento ¡oh, misterio del amor! el chico sintio un aroma muy rico. Era un olorcito a churrasco que le hizo recordar que tenia mucha hambre. Fue. . . como si alguien invisible lo estuviera tomando de la nariz, y lo levantara por el aire. . y lo pusiera en camino. . . y lo hiciera tocar un timbre. . .
- ¿Quien sos? dijo el señor.
- Hola. Buen día. . . dijo el chico sonriendo. Tengo un poco de hambre. . . Entonces el señor miro hacia adentro, y vio al perrito. Y miro hacia afuera y vio al chico que sonreía. Y se le apretó un poquito el corazón.
- Vení, hijo. Pasa. . . dijo el señor. Cuando el chico entro, el perrito se levanto y se puso a hacerle fiestas. Claro.
Lo que pasaba es que el perro pekinés estaba harto de que lo confundieran con un ser humano.
El quería su lugar de perro en el mundo. Al oír los ladridos juguetones, se asomo la señora desde la cocina y vio : Un perrito, un niño y un papa.
Desde aquel día un chico tuvo un hogar, una mama y un papa, y un perrito para jugar. . . y hasta un ángel guardián.
Y en el rostro de Dios Padre floreció una sonrisa.